Durante muchos años, la relación con mi madre estuvo marcada por tensiones y conflictos.
Parecía que cada conversación tenía el potencial de convertirse en una discusión, y nuestras interacciones a menudo terminaban en frustración mutua.
Me sentía incomprendida, y ella, a su vez, parecía incapaz de aceptar mis elecciones y mi forma de ver el mundo.
La barrera entre nosotras crecía, y lo que más me dolía era saber que, a pesar de todo el amor, no logramos conectarnos de forma genuina.
Fue un período de mucha dificultad emocional, en el que sentía que nunca podríamos superar nuestras diferencias.
Y fue en este contexto de distanciamiento que encontré en el Pensamiento Sistémico —y más tarde en la Constelación Familiar— un enfoque que transformaría profundamente nuestra relación.
Gracias a mis sesiones de terapia y a la lectura de libros, pude darme cuenta, de forma intensa, de lo importantes que son las madres en nuestras vidas.
Fue un proceso muy diferente de lo que había vivido y sentido hasta entonces.
El reconocimiento de la grandeza de mi madre.
Recientemente, acompañé a mi madre en un homenaje especial por su jubilación como directora de una escuela para adolescentes, un cargo que ocupó con dedicación durante muchos años.
Durante la ceremonia, vi a innumerables exalumnos, colegas y padres acercarse a ella con respeto y cariño, todos con historias sobre cómo su liderazgo había impactado profundamente sus vidas.
El brillo en los ojos de cada persona y la gratitud en sus palabras revelaron una dimensión de la grandeza de mi madre que siempre supe que existía, pero que solo en ese momento comprendí en su totalidad.
Me sentí profundamente orgullosa, no solo por sus logros profesionales, sino por la manera compasiva y sabia con la que siempre ha tratado a quienes la rodean.
Mi madre no es solo alguien que ha desempeñado un papel significativo en mi vida; es una persona extraordinaria, admirada por muchos por todo lo que ha hecho y, sobre todo, por cómo lo ha hecho.
Con calma, sabiduría y empatía, ha resuelto problemas complejos tanto de sus clientes como de nuestra familia, siempre cuidando a los demás de forma genuina.
Hoy quiero describir el momento en que sucedió y cómo fue para mí tener este «encuentro del alma» con mi madre a través de los ojos de otras personas.
El Viaje de Una Mujer Resiliente
Mi madre viene de orígenes humildes, de una cuna con escasez de recursos materiales, pero llena de amor y sabiduría.
Creció bajo las enseñanzas de mi abuela, una mujer sin educación formal, pero extremadamente sabia en la vida.
Esa herencia de fuerza y resiliencia se transmitió de generación en generación, y mi madre transformó esas cualidades en una base sólida para construir su propia vida y realizar innumerables logros.
Lo que más me impresiona es cómo hace todo esto sin vanagloriarse, manteniendo siempre una postura tranquila y serena, incluso en medio de las situaciones más difíciles.
La forma en que trata a las personas con respeto y empatía, independientemente de la complejidad de los problemas que enfrenta, es un verdadero testimonio de su grandeza.
Al verla interactuar con tantos, me di cuenta de que no solo ha resuelto cuestiones profesionales y familiares a lo largo de los años, sino que también ha construido relaciones profundas y genuinas, siempre ayudando a quienes la rodean con paciencia y sabiduría.
Comprendiendo Mis Raíces y Oportunidades
Con el tiempo, estar más cerca de mi madre me permitió redescubrir mis propias raíces y entender mejor qué me compone.
Ella, con su historia de vida y su inquebrantable fuerza, me dio la base emocional, financiera y afectiva para que yo pudiera ser quien soy hoy.
Esta percepción fue especialmente importante para mí, ya que, durante años, me veía como alguien muy diferente de ella.
Nuestras visiones del mundo y estilos de vida son casi opuestos, y hubo una fase en la que, con mi impaciencia y prepotencia, intenté demostrar que mi manera de hacer las cosas era mejor.
Pero con el tiempo, la madurez me enseñó que mi individualidad solo existe porque ella, mi madre, vino primero y construyó esa base.
Este entendimiento me trajo una claridad valiosa: cuanto más reconozco la grandeza de mi madre y ocupo mi lugar como hija, más armoniosas se vuelven nuestras vidas.
El proceso de individuación, de encontrar mi propia identidad y confiar en mis deseos, ha sido desafiante, especialmente con una figura materna tan fuerte.
Pero es esa misma fuerza la que me permite crecer, y, curiosamente, a medida que me afirmo en quien soy, nuestra relación se vuelve más ligera y respetuosa.
Una Nueva Mirada Sobre Nuestra Relación
A partir del momento en que comencé a aplicar nuevas formas de relacionarme con mi madre, basadas en el respeto y la comprensión, noté cambios significativos.
Uno de esos enfoques vino a través del Pensamiento Sistémico, una forma de entender nuestras interacciones dentro de un contexto más amplio.
Con esta nueva perspectiva, comencé a reconocer los patrones que moldeaban nuestra relación, muchos de ellos provenientes de generaciones anteriores.
Un ejercicio transformador fue la práctica de la escucha activa.
Al comprometerme a escuchar a mi madre con atención y sin interrupciones, comencé a comprender mejor sus sentimientos y puntos de vista.
Esto abrió un espacio para que ella también me escuchara, y nuestras conversaciones se volvieron más ligeras.
Otro ejercicio poderoso fue el de la validación emocional, donde reconozco sus sentimientos, incluso cuando no estoy de acuerdo con ellos.
Esta práctica redujo la tensión entre nosotras y trajo una nueva armonía a nuestra relación.
Pero tal vez lo más impactante fue el ejercicio de la gratitud sistémica.
Al reconocer y agradecer por todo lo que mi madre ha hecho y sigue haciendo, independientemente de nuestros conflictos, comencé a romper ciclos de resentimiento y a abrir espacio para el amor que siempre había estado presente, pero a menudo oculto por las dificultades del día a día.
Recuperando la Conexión
Este viaje de reconexión con mi madre ha sido un tiempo de rescates y sanación.
Al observar de cerca su fuerza y sabiduría, fui capaz de reevaluar mi propia vida y entender de dónde vengo.
Al mismo tiempo, también estoy aprendiendo a confiar en mis propios deseos y a afirmar mi identidad, sin perder la conexión con mis raíces.
Es un proceso difícil, especialmente cuando se tiene una figura materna tan fuerte, pero también profundamente gratificante.
Hoy, soy capaz de ver a mi madre de una manera más completa, reconociendo su grandeza y el impacto que ha tenido, no solo en mí, sino en todos los que la rodean.
Es una mujer extraordinaria, que ha superado obstáculos y construido una vida de éxito basada en el amor, el respeto y la sabiduría.
Y es esa sabiduría, transmitida de generación en generación, la que me guía mientras continúo recorriendo mi propio camino.
Honrando el Legado y Avanzando
Cuanto más comprendo la profundidad de la trayectoria de mi madre, más valoro todo lo que ha hecho y sigue haciendo.
Su historia de éxito, construida con resiliencia y amor, es un ejemplo inspirador de cómo podemos transformar nuestra realidad y ayudar a quienes nos rodean.
Hoy, siento una profunda gratitud por tener a esta mujer extraordinaria como madre, y por todo el legado que ha dejado y sigue construyendo.
Este proceso de autodescubrimiento, de aprender a ocupar mi lugar y respetar el suyo, sigue siendo un viaje de desafíos y victorias.
A cada paso, me doy cuenta de que la fuerza que encuentro en mí es, en realidad, una continuación de la fuerza que ella me transmitió.
Y al reconocer eso, me siento cada vez más conectada con mis raíces y preparada para seguir adelante, siempre honrando el legado de grandeza que mi madre me dejó.
Este relato fue hecho por una de mis clientas – Alice Fuentes.

¡Hola! Soy Celina Cruz, desde hace 10 años trabajo con Terapias Integrativas. La aproximación Sistémica trajo un nuevo momento a mi vida, y decidí compartirla para que más personas pudieran acceder a estos grandiosos conocimientos. Escribo con mucho cariño.